“La morenada no es una danza de esclavos”
11 de abril de 2008 (20:48 h.)
“La morenada no es una danza de esclavos”
La apasionante riqueza barroca de importantes celebraciones populares de Bolivia es revelada en “La fiesta en el tiempo”, obra que la estudiosa de arte e historiadora, Teresa Gisbert de Mesa, presentó el 9 de abril en el Centro Simón I. Patiño de Cochabamba.
El libro habla de elementos como “los carros triunfales”, “la danza de los diablos”, los altares y el aparato teatral de expresiones como el Carnaval de Oruro. Los primeros capítulos de la publicación corresponden a la ponencia de la autora en el IV Encuentro Internacional Sobre el Barroco que, organizado por la Unión Latina, se realizó en La Paz hace casi un año.
“Este aporte se constituirá en una importante contribución a la investigación del patrimonio cultural, especialmente inmaterial. Será un instrumento de consulta, así como lo fueron sus anteriores publicaciones, que no sólo se difundieron en Bolivia, sino en varios países de América”, sostiene la representante de la Unión, Norma Campos.
De la génesis de danzas como la diablada, la morenada y el rol social de las fiestas es de lo que habla Gisbert (La Paz, 1926), en la siguiente entrevista.
Arquitecta con especialidad en Historia del Arte, fue directora del Museo Nacional de Arte de La Paz y del Instituto Boliviano de Cultura. Profesora “Honoris Causa” de la UPSA de Santa Cruz, es Miembro Honorario de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. La también madre del ex presidente Carlos Mesa, ha publicado, entre muchos otros títulos, “Iconografía y mitos indígenas en el arte” (1980) y “El Paraíso de los pájaros parlantes” (1999). En colaboración con José Mesa ha publicado también “Historia de la pintura cusqueña” y “Arquitectura Andina”.
Estilo & Cultura: En su libro, usted diferencia entre las artes perennes y las perecederas del barroco ¿Cuál de estos géneros le parece más importante?
Teresa Gisbert (TG): El barroco es, en el fondo, un arte popular, en el sentido de que trata de impactar y llegar a todo el mundo. Por eso las portadas barrocas son espectaculares. Si, por ejemplo, uno va en Cochabamba a Arani y ve los retablos del templo, los mira con gusto, ya sea una persona muy selecta o del pueblo, simplemente le gustan. El barroco trata de llegar absolutamente a todos. Y, sin ir hasta Arani, el retablo de San Francisco es un hermoso ejemplo. En Cochabamba trabajan muy bien en madera, tienen cosas maravillosas. Este es un arte que perdura y, si se traslada eso a los artes efímeras, vemos por ejemplo, la fiesta donde uno baila, se disfraza. Sin embargo, la música, terminada la fiesta, se va; el disfraz se guarda, la máscara se guarda y uno vuelve terminada la fiesta a la oficina. Todo esto llega a todos, hay gente que critica estas expresiones, pero en general se trata de un escape para todo el mundo. Si en Bolivia no hubiera fiestas, las tensiones, que ya son muchas, serían más. En el Carnaval todo se acaba y no pasa nada, todo el mundo trata de olvidar y pasarla bien. La fiesta es una válvula de escape, está por ejemplo, el Carnaval de Santa Cruz, el Carnaval de Oruro, el Carnaval de Cochabamba que tiene algunas partes realmente muy buenas, que a todo el mundo le gusta.
E&C: En su libro habla de la morenada, poniendo en duda de que se trate de un baile de esclavos...
T.G.: No lo pongo en duda, estoy segurísima de que no lo es. Y no porque lo diga yo, he leído varios libros al respecto. Pasa que a los esclavos los compraban las compañías inglesas y portuguesas, que eran las que tenían el permiso, en una isla que quedaba cerca de Nigeria. Allí ya se pagaba un precio y se metía en barcos a los esclavos como sardinas, eso está en el libro nuestro de historia. Algunos morían en el trayecto a América que era largo, sobre todo, las mujeres embarazadas. Llegando a Panamá, tenían que cruzar a pie la tierra, pues no había el Canal de Panamá. Los barcos los esperaban al otro lado, los esclavos eran luego rematados en El Callao, cerca de Lima. El precio ya era alto, porque había que cargar el desgaste de los esclavos y la muerte de varios. Posteriormente, para llevarlos a Potosí, como comprenderá usted, no compraban ni un caballo ni una cabalgadura ni una mula para cada esclavo, simplemente los llevaban a pie, desde Lima hasta Potosí. Eran más de dos meses de viaje y llegaban, además, aquéllos a los que no les afectaba la altura. Por todo lo anterior, comprar un esclavo salía muy caro. Las familias más importantes de Potosí tenían cinco o diez esclavos, lo cual se puede verificar en los testamentos que dejaban los dueños. Hay un estudio de Alberto Crespo y otro de Max Portugal sobre la esclavitud negra en Bolivia. Pero, los indios eran gratis. El mitayo, es decir, el cacique de cada comunidad, tenía que entregar cuarenta esclavos, no importaba si eran Choque, Mamani o lo que fuere, si uno se moría tenía que sustituirlo por otro, y solamente les pagaban la comida y nada más. Entonces, nadie iba a meter su capital en una bocamina teniendo trabajo gratuito. No sé de dónde pudo salir la idea de que los esclavos iban a las minas. Ahora se ve un capataz en los bailes, pero en las comparsas más antiguas se ve un rey, el rey negro, porque en las mascaradas que había en la Colonia salían los reyes incas, los reyes turcos, los reyes negros, etcétera. Ahora, que eran esclavos, eran esclavos, que los trataran a látigo, probablemente sí. Pero, ¿para qué usaban a los esclavos? En general, para la producción de azúcar y en los lagares para pisar la uva. Hay canciones que he tomado de Oruro y Perú, en las que se hace referencia a los lagares. Pero, los esclavos no iban a Potosí. No sé de dónde ha salido la versión de que la morenada es una danza de esclavos. En Bolivia hay muchos mitos, muchas cosas que después se vuelven parte del imaginario colectivo. Antes tenía dudas sobre este asunto, pero luego busqué otros libros más y todo el mundo hace el razonamiento que yo le he hecho a usted.
E&C: El escritor mexicano Octavio Paz, al hablar de la fiesta, dice que ésta en Latinoamérica tiene una otra dimensión dolorosa, que implica también luto ¿Pasa esto en la fiesta del barroco?
T.G.: Claro. Por ejemplo, para las exequias de la muerte de un rey en la Colonia se hacían tal cantidad de actos que, en el fondo, podemos decir que se festejaba. Ahora mismo, por ejemplo, aunque ya no tanto, se pueden ver en los cuadros de Jordán en Santa Cruz, en los que la gente se pasa una bebida, que hay conversación, luego música. Se trata del revés de la fiesta, de una fiesta fúnebre, pero donde la gente se reúne.
E&C: ¿Cuáles podrían ser en Bolivia expresiones de un luto festivo? ¿Tal vez la fiesta del “Entierro del Pepino en La Paz”?
T.G.: Sí, aunque casi ya no queda eso, casi ha desaparecido.
E&C: ¿Qué influencia de lo barroco tiene la danza de la diablada, que representa la lucha del bien y del mal?
T.G.: El origen debe ser un auto sacramental, es la lucha del Ángel San Miguel contra los siete pecados capitales. Yo he visto todavía en Paucartambo, cerca de Cusco, un pueblo donde aparecen los siete pecados capitales y, además, cada máscara refleja un poco el pecado capital. La gula, por ejemplo, es una máscara como de cerdo, la ira como de tigre, la soberbia una como de un gallo; todas con forma de diablos, pero con las características del animal correspondiente a cada pecado. La diablada fue un fenómeno general, pero la de Oruro se ha enriquecido de tal manera que hoy es espectacular.
E&C: ¿Ha estudiado expresiones del barroco que son más propias de los contextos urbanos del país?
T.G.: Bueno, resto de las fiestas barrocas y mascaradas con los desfiles de teas. Yo los he visto en La Paz, no sé si aquí los hay, pero claro, en vez de poner en las alturas a un santo o a un rey, ponen a Murillo, Bolívar y Sucre, y salen con sus carros y la gente con sus antorchas. Eso es resto del barroco y son expresiones absolutamente urbanas, en los pueblos no las hay. Pero, se han convertido en fiestas cívicas. Nosotros hemos heredado muchísimo de la Colonia y no nos damos cuenta. Por ejemplo, antes el obispo era nombrado de una terna que se presentaba al Presidente. Era una cosa simulada, porque en realidad ya se sabía quién iba a ser, pero todavía había algo del patronazgo, de la relación entre la Iglesia y el Estado, que aquí se ha conservado hasta hace poco, pero cada vez está más limitada.
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